La Navidad ya está a la vuelta de la esquina, un año más, pero uno que intuyo que jamás olvidaremos. Para muchos será triste. Y no me refiero a aquellos que no se puedan juntar con la familia por esta vez y que conste que me incluyo en este grupo, pero no, no me refiero a ellos, a nosotros, no… porque habrá más años. Me refiero a los que ya jamás se podrán juntar con ese familiar que falta, que se ha ido… ya sea por culpa de este virus o por otras circunstancias (recuerdo que aún existen otras enfermedades que nos afectaban hace nueve meses, antes de que todo se monopolizara por el Coronavirus).
Me pongo a mirar las noticas y no me puedo creer que la gente se sienta desdichada por tener que quedarse un año en sus casas, con su núcleo familiar, ya sean dos, tres, cuatro o seis… que más da. Puedo entender que aquellos que viven solos tengan la necesidad de estar con alguien en esos días de fiesta. Pero ¿qué nos sucede a los que tenemos hijos, pareja, padre, madre… viviendo bajo el mismo techo? ¿Acaso no podemos pasar un buen rato en la intimidad de nuestro hogar?
Siento, sencillamente que la sociedad se ha vuelto miope. Una miopía patológica y contagiosa, más que el peor virus que pueda surgir.
El espíritu de navidad o como lo quiera llamar cada uno, nace del deseo de compartir amor y solidaridad a los que nos rodean, de respetarnos y dar lo mejor de nosotros al menos durante unos días al año. Yo pienso que cada día debería de ser Navidad porque ¿No sería mejor si ese amor, respeto, buena educación y solidaridad durara más de unas semanas? ¿No es un acto de amor y solidaridad quedarnos en casa disfrutando de quién tengas a tu lado y tener los mejores deseos hacia aquellos que no están presentes, pero que sabes que estarán bien también en sus casas?
Ya habrán días de fiesta, días de juntarse y reírnos de lo pasado, de lo vivido… Disfrutemos cada día de la Navidad, con los que tenemos al lado y deseando a los que están lejos nuestro amor y deseos de estar sanos, de no correr riesgos.
Este año, el amor hacia mis padres se lo demuestro no yendo a celebrar las Fiestas con ellos, pues ¿Cómo me podría sentir si semanas después alguno de ellos enfermara por mi empeño de reunirnos? ¿No sería un acto de egoísmo más que de amor?
Así llevo un año ya. Se dice pronto, pero se siente lento… Así que amigos, sé de lo que hablo. Un año sin abrazarlos, un año sin besarlos, un año sin sentir su calor… Pero están sanos, están ahí, están vivos. Y eso es sentir el espíritu navideño cada día de este largo año. Sé que estarán bien en su hogar, calentitos y comiendo lo que les apetezca, viendo sus películas y series preferidas, acordándose de nosotros y rememorando otros momentos que vivimos juntos, otras Navidades juntos… Pero sé que estarán bien, y yo sé que estaré bien al saber que ellos lo están. Llevo meses viendo fotos de nuestros momentos juntos, inolvidables… esos momentos, para mí son Navidad, sea el día del año que sea. Los días en los que hablo con ellos, ya sea por teléfono o por video llamada, esos días, esos instantes también son Navidad.
¿No te parece que hoy es un buen día para celebrar la Navidad?
